PONTEVEDRA - Santuario de las Apariciones. La Gran Promesa del Corazón de Maria
Pontevedra - Santuario de las Apariciones
En esta primera aparición en Pontevedra, que fue el 10 de diciembre de 1925, María Santísima se presenta en la celda de Lucía y junto a Ella el Niño Jesús. Mientras la Santísima Virgen le pone la mano en el hombro y le muestra su corazón, que sostiene con la otra mano y que se encuentra cercado de espinas, el Niño le pide: “Ten compasión del Corazón de Tu Santísima Madre que está cubierto de espinas y que los hombres ingratos le clavan sin cesar; sin que haya nadie que haga un acto de reparación para arrancárselas”.
La Gran Promesa del Corazón de Maria
Inmediatamente dijo la Virgen Santísima: “Mira, hija mía, mi corazón cercado de espinas que los hombres ingratos le clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú al menos procura consolarme: y di que, a todos los que, durante cinco meses en el primer sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el rosario, me hagan quince minutos en compañía, meditando en los quince misterios del rosario, con el fin de desagraviarme, les prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para su salvación”.
En su momento, Lucía hizo lo que estaba a su alcance para hacer conocer este nuevo pedido de Nuestra Señora: se lo dijo a su Madre Superiora, a su confesor en el convento, e incluso escribió a su antiguo confesor. Ambos confesores tuvieron reservas y aconsejaron esperar.
A pesar de las reservas de sus confesores, pronto Lucía se verá urgida a continuar trabajando para hacer conocer este pedido, pues como ella misma refiere, se le apareció el mismo Niño Jesús dándole los motivos por los cuales era necesaria esta devoción: “El día 15 (febrero de 1926), andaba yo muy ocupada con mis oficios y ya no me acordaba de aquello casi nada; y, yendo a arrojar un cubo de basura fuera de la propiedad, donde algunos meses atrás había encontrado a un niño, le había preguntado si sabía el Avemaría; me había respondido que sí; le dije que la dijeses para oírla yo; más como no se resolvía a decirla solo, la dije yo con él tres veces. Al fin de las tres Avemarías, le pedí que la dijese solo; pero se calló y no pudo decirla solo; le pregunté si sabía cuál era la Iglesia de Santa María; me respondió que sí; le dije que fuese allí todos los días y que dijese así: ‘oh Madre mía del Cielo, dadme a vuestro Niño Jesús.’ Le enseñé esto y entré en casa.
En ese día, pues, el 15-2-1926, volviendo yo allí como de costumbre, encontré un niño que me pareció ser el mismo; y le pregunté entonces – ¿Has pedido el Niño Jesús a la Madre del Cielo?
El niño se vuelve hacia mí, y dice:
‘- ¿Y tú has propagado por el mundo aquello que la Madre del Cielo te pedía? Diciendo esto, se transforma en un niño resplandeciente; conociendo que era Jesús, dije:
– ‘Jesús mío, Vos sabéis bien lo que mi confesor me dijo en la carta que os leí; me decía que era necesario que aquella visión se repitiese; que hubiese hechos para que fuese creíble; y que la Madre Superiora sola, para propagar ese hecho, nada podía.’
‘- Es verdad que la Madre Superiora sola nada puede, pero con mi gracia lo puede todo; y basta que tu confesor te dé licencia, y que tu Superiora lo diga, para que sea creído; aun sin saberse a quién fue revelado.’
‘- Pero, mi confesor decía en la carta que esta devoción no hacía falta en el mundo, porque ya había muchas almas que os recibían en los Primeros Sábados en honra de Nuestra Señora y de los quince misterios del Rosario.’
‘- Es cierto, hija mía, que muchas almas los comienzan, pero pocas los acaban; y que las que los terminan, es con el fin de recibir las gracias que a eso están prometidas; pero me agradan más las que hagan los Primeros Sábados con fervor y con el fin de desagraviar el Corazón de tu Madre del Cielo, a aquellas que hagan los quince tibios e indiferentes.’
Después de eso, el Niño Jesús desapareció sin decir nada más”.